Los sismógrafos son instrumentos diseñados para captar y registrar el movimiento producido por un sismo, a objeto de transformarlo en un registro gráfico. Fueron ideados a finales del siglo XIX y con el paso del tiempo se han ido perfeccionando, al punto de contarse hoy en día con equipos altamente sofisticados.
El sismógrafo más viejo del que se tiene conocimiento en Venezuela es el Sismógrafo Wiecher , el cual conjugaba los sistemas de detección y de registro en un mismo bloque. Dicho sismográfo tenía un péndulo que pesaba 20 toneladas. Con el avance de la tecnología se fueron diseñando equipos más livianos y modernos, que solamente detectaban el sismo dejando el registro del mismo a otro aparato, que amplificaba la señal para poder observarla y analizarla. Fue así como nació el sismómetro, el cual, como ya hemos dicho, cumple una única función: la detección. Una ventaja adicional de los nuevos aparatos es que se podían movilizar, lo que era francamente impensable con el tonelaje del Wiechert, además su radio de acción es mayor, pudiendo detectar la microsismicidad y señales de otros eventos que se pudieran dar más allá de nuestra plataforma continental y en los países vecinos.
El pasar de un modelo a otro, aparte de significar un enorme adelanto tecnológico, permitió empezar a manejar el concepto de estaciones en red, aspecto importante porque permite una mayor cobertura de la actividad sísmica que se produce en el país. Luego aparecieron otros sismómetros más modernos como el S-13 y el Ranger.
Así como otros modelos, cada uno mejorado en relación al anterior o al de la competencia. Hoy en día, se cuenta con instrumentos de banda ancha (como el CMG-T40), que permiten mejorar la medición sismológica al estar integrados por componentes electrónicos que aseguran la captación del evento en tiempo.
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